De Guatemala a Belice en barca

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cómo ir de Guatemala a Belize

 

A Livingston la llaman la “pequeña África” por ser en casi su totalidad de población negra. Dicen que es la puerta al caribe de Guatemala. A mí me pareció más que puerta, pasillo. Y es así porque acceder al pueblo es imposible por carretera o caminos.

Se tiene que llegar por mar o a través del río Dulce desde el castillo de San Felipe en el lago Izabal. Livingston es diferente de
Guatemala. Aquí Bob Marley y el reagge son la religión.

Los esclavos negros que antaño escaparon de los ingleses y se escondieron en la isla de Saint Vincent, posteriormente se dispersaron por la zona, es decir, en este pueblo, en Belice y en la Costa de los Mosquitos de Honduras y Nicaragua.

Estamos hablando de los garífunas, los caribes negros, mestizos descendientes de esos esclavos mezclados con caribes y arahuacos.

 

DE LIVINGSTON (Guatemala) A PUNTA GORDA (Belice) en PATERA

Y unos cuantos niños de ellos nos vinieron a dar la bienvenida al desembar en el puertecito de la población para intentar convencernos de las bondades de cualquiera de los hotelitos que habían
en la cercanía y de paso llevarse una propinilla al acercarnos.

Nos fuimos con el que nos señaló el edificio más cercano y fuimos a dar un vistazo. El hotel era muy básico pero el resto de edificios de los alrededores no aparentaban estar mucho mejor.

La habitación era desastrosa pero estaba bastante limpia, y eso es lo que importaba.

Después de acomodarnos fuimos a la recepción y preguntamos a la mujer que regentaba el hostal lo que debíamos hacer para contratar una barca que fuera a Belize. Nos aconsejó ir al embarcadero y negociar los precios. No habíamos caminado el tiempo de bajar la calle unos metros, cuando un chico blanco nos preguntó dónde queríamos ir, si volver a Río
Dulce, ir a Puerto Barrios o dirigirnos a Belice.

El precio que nos ofreció era inferior al que nos había pronosticado la dueña del hotel, por lo que aceptamos la propuesta.

Saldríamos al día siguiente, el sábado. habíamos tenido mucha suerte porque sólo partían barcas para ese país en martes y sábado, por lo que no nos tocaría esperar más en ese pueblo que, la verdad, no tenía más interés que pasar una tarde como máximo.

Hicimos los trámites de inmigración en una caseta. Tuvimos que esquivar un rasta durmiendo la papa y estirado en las escaleras que daban acceso a la vivienda.

Dentro encontramos a tres garífunas jugando a cartas, eran jóvenes y uno de ellos era un niño, casualmente el que nos había acompañado al hotel poco tiempo antes y que ya se estaba jugando la propina que le dimos.

El mayor dejó la partida y comprobó la documentación, nos observó y nos reclamó los quetzales de rigor mientras empuñaba el tampón esperando cobrar para dejarlo caer y grabar el
imprescindible sello para salir del país. Al pagar estampó el sello……

Todas las casitas del pueblo eran de colores diferentes, unas eran tiendas y otras hoteles, casas particulares y restaurantes. En uno de ellos comimos algo y más tarde nos fuimos al hostal.

Nos quedamos un rato hablando con la propietaria, una mujer mayor, india, de cabellos largos canosos y con trenzas. Era maestra y se notaba por la forma de expresarse. Su voz era dulce, de habla lenta, fácil de escuchar. Una conversación afable y enriquecedora pues nos explicó peculiaridades de la zona.

Estaba muy preocupada por los garífuna. Decía que eran racistas de blancos e indios, que pretendian controlar Livingston, bueno, que de hecho ya lo hacían, traficando con droga y otras
cosas. Sólo les importaba el reagge y ganar dinero fácil. Dijo que en Belice pasaba tres cuartos de lo mismo. Curiosa conversación.

Y llegó el día siguiente: sábado, siete de la mañana, nos esperaba en el embarcadero una barca, más bien diría una patera en toda regla.

Tenía 6 o 7m de larga y 4 filas de asientos. Allí nos metimos 15 adultos, 3 chiquillos y los 2 pilotos. Para mi sorpresa, flotó una vez que montamos todos en ella.

La patera tenía 2 motores pero no había radio, algo bastante importante, pues si no puedes comunicar en altamar que te han fallado los motores, se convierte la travesía en una aventura muy
peligrosa, quizá la última. Os recuerdo que estamos en 1996, queridos amigos, y en esta época los teléfonos móviles son del tamaño de un zapato en España, el que lo tiene, que no es ni el 1% de la población, si llega. aquí en Guatemala los móviles son inexistentes.

Al menos nos dicen que bordearemos la costa y no saldremos a mar abierto.

Salimos despacio, disfrutando de la aventura, con la barquita nos adentrábamos en el inmenso mar.

Cuando perdimos de vista Livingston el barquero nos pasó un plástico para que lo cogiéramos todos los que estábamos en la parte izquierda de la barca para protegernos del
agua.

Uy Uy Uy, esto no pintaba muy bien, tenía toda la pinta de que íbamos a mojarnos bastante.

Efectivamente empezó a meter caña al asunto y aquella especie de barco corría como un demonio. La cosa iba muy bien hasta que dejó de costear y cambió la dirección  mar adentro. El oleaje comenzó a ser importante y la patera empezó a saltar y dar botes muy fuertes.

Nosotros estábamos en la parte delantera, por lo que nos resentíamos más con los botes y, al chocar con la superficie del agua, nos daban una buenas descargas de vibraciones por todo el cuerpo. Miré a Marta y no levantaba la vista del suelo claramente preocupada, comencé a pensar que perderíamos el bebé. Porque sí, amigos, sólo a nosotros se nos ocurre recorrer la Ruta Maya en dos meses con un frijolito en la barriga de Marta.

Hice una señal al motorista para que parara la lancha. Le expliqué lo que pasaba e ipso facto el muchacho que iba al lado del conductor cambió su sitio con Marta. Ella se fue a la parte trasera de la barca.

Mientras estábamos parados la barca se movía bastante y entraba agua, el oleaje era grande y el viento soplaba con fuerza.

Volvimos a arrancar el motor y nos fuimos a toda pastilla, continuábamos dando saltos pero Marta ya no tenía la misma cara que antes por lo que entendí que atrás esos tremendos botes no se
notaban tanto.

Comencé a disfrutar de esta aventura de cruzar el estrecho que separa los 2 países.

Estábamos yendo de un país a otro a través del mar, en un barquito pequeño pero rápido, con un oleaje y viento fuerte, nos mojábamos, teníamos frío, pero no podía dejar de sonreir, vivíamos el
mar en su estado más salvaje.

No era la clásica y romántica manera de entrar en el paraíso caribeño, pero estaba disfrutando como pocas veces lo he hecho. Yo podía viajar a Cuba así, de esta manera. No me hubiera importado adentrarme en el Caribe e ir de una isla a otra con esa barca.

El viaje tocó a su fin poco después. Llegamos a Punta Gorda, en Belice, 50 minutos después de haber zarpado.

 

¿Dónde está?


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10 comentarios en “De Guatemala a Belice en barca”

  1. Me encantó Livingston 🙂 aunque mi experiencia con la barca-patera no fue buena, peligro de naufragio pero ese año no. Al año siguiente nos enteramos por las noticias que sí naufragó, y claro no me extrañó. Eso fue por el año 89-90 no recuerdo ahora exactamente, espero que actualmente las condiciones de esas barcas hayan cambiado. Aunque el mar es el mar, también nos cogió tempestad… Pero bueno con final feliz y me encantó el lugar, río dulce, Guatemala en general.
    Me gustó mucho leerte, encontré tu blog buscando sobre Livingston 🙂 Pero ya me quedo aquí, leyendo tus experiencias, viajes y aventuras.
    Muchas gracias.
    Saludos

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